Coño, solo pensaba en ella. Me desvivía por ella, era todo para mi.
Siempre recuerdo que cuando había una fiesta en su casa, para mi, era el eventazo del año.
¡Ah, los amores de la preadolescencia! ¡Qué ternura!
Fue una noche, durante su cumpleaños... o el de su hermana.
Los buitres revoloteaban a su alrededor. Yo inclusive, porque la pendeja me encantaba.
Me llené la vida de vino blanco y me activé.
Cuando empezó a sonar la música de moda, dejé pasar un par de temas para no lucir demasiado desesperado. Cuando la tercera canción empezó era El Ritmo De La Noche de La Factoria, un tema elegido estratégicamente, porque me gustaba que jode
- ¿Quieres bailar? - propuse.
- Dale - respondió con esa sonrisa que me volvía loco.
La tomé por la cintura, me lanzó los brazos alrededor del cuello y bailamos. Al momento que el cantante dice: "Olvida ya tus penas y cantaras
que la música no pare de sonar". En ese momento respiré hondo y tomé la iniciativa.
- Mira... - dije como en un susurro.
- ¿Si?
- ¿No quieres ser mi novia?
- Eh...
- Dale, tú me gustas mucho
- Pero lo que pasa es que...
- ¿Qué es lo que pasa? - había perdido un poquito la paciencia y el romanticismo se me empezaba a ir al carajo.
- Lo que pasa es que ya tengo novio.
- Ah - el sonido de mi corazón destrozado pudo oírse por sobre la canción, que explicaba que "Este es el baile de el siki sao en la discoteca todos bailan pegao".
- Disculpa.
Seguimos bailando en silencio hasta que se acabó la fiesta. Que noche tan patética.
Y, sí, tenía 10 años y ya me habían roto el corazón.
Hoy la flaca -Una década después de
aquella noche siniestra- vive en Canadá junto a su familia.
Me gustaría que regresara... Para mandarla bien al carajo.
Me gustaría que regresara... Para mandarla bien al carajo.
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