viernes, 8 de marzo de 2013

Almuerzo/Cena sin estadísticas.

Esta tarde, a las 5, acudí a un almuerzo/cena de una amiga. Lo que se celebraba era lo de menos, solo fui porque me dijeron que podrían haber mujeres y muchas de ellas ni las conocía. Por desgracia algunas si me conocían a mi. Para que se hagan una composición del momento, cuando entré al apartamento casi todas cerraron de inmediato las piernas como un grupo de natación sincronizada. Medalla de oro para el equipo aragüeño. ¡Nojoda, que precisión! Me sentí como un explorador que acaba de llegar al pueblo caníbal con la única diferencia que todas querían cocinarme pero ninguna estaba dispuesta comerme.

De las 12 mujeres que estaban ahí...

  • A 4 ni las conocía
  •  A 4 las conocía pero nunca les paré bola 
  • A 3 las conocía y había intentado algo con ellas (sin éxito) en algún momento de mi vida
  • A 1 la conocía en todas las posiciones posibles

¿Cómo terminó todo? 0% de éxito. Digno de mi. Lo cual tampoco me puso mal, porque en los postres recordé que no tenía plata. Volví a casa, saqué la ropa de la lavadora, la cual llevaba más de 6 horas adentro y me dediqué al noble arte de la autosatisfacción. Una noche de viernes mas en la vida de un güevón. ¿Arrechísimo, verdad? Pues no.





Se preguntarán ustedes porque no acabé la noche revolcandome en un hotel barato con la única mujer que conocía y ya había practicado sexo. Por varias razones.



  • La última vez había sido un desastre
  • Como ya dije, no tenía nada de dinero
  • Y la última pero no menos importante, su novio no se apartó de ella ni por un segundo

Al carajo las estadísticas. Pueden haber 200 mujeres bien buenas... Borrachas... Y dispuestas a tener sexo con cualquier loco... Vengo yo, y no puedo ni meterle ni un beso. Se preguntaran ustedes el motivo. Yo también me lo pregunto. Cada vez estoy mas seguro de que, como afirma alguna de ustedes, si sucede es porque ellas quieren. Sin estadísticas.

sábado, 2 de marzo de 2013

El ritmo de la noche y la Flaca

La flaca... Era un niña que me tenía loco. Era prima de mi prima, tenía mi misma edad, era alta (para su edad) flaca (obviamente) y con un corte algo pasado de moda. Ella vivía en Palo Negro -un verdadero problema para mí- en una urbanización.
Coño, solo pensaba en ella. Me desvivía por ella, era todo para mi.

Siempre recuerdo que cuando había una fiesta en su casa, para mi, era el eventazo del año.


¡Ah, los amores de la preadolescencia! ¡Qué ternura!

Fue una noche, durante su cumpleaños... o el de su hermana.

Los buitres revoloteaban a su alrededor. Yo inclusive, porque la pendeja me encantaba.
Me llené la vida de vino blanco y me activé.

Cuando empezó a sonar la música de moda, dejé pasar un par de temas para no lucir demasiado desesperado. Cuando la tercera canción empezó era El Ritmo De La Noche de La Factoria, un tema elegido estratégicamente, porque me gustaba que jode

- ¿Quieres bailar? - propuse.
- Dale - respondió con esa sonrisa que me volvía loco.

La tomé por la cintura, me lanzó los brazos alrededor del cuello y bailamos. Al momento que el cantante dice: "Olvida ya tus penas y cantaras 
que la música no pare de sonar". En ese momento respiré hondo y tomé la iniciativa.

- Mira... - dije como en un susurro.
- ¿Si?
- ¿No quieres ser mi novia?
- Eh...
- Dale, tú me gustas mucho
- Pero lo que pasa es que...
- ¿Qué es lo que pasa? - había perdido un poquito la paciencia y el romanticismo se me empezaba a ir al carajo.
- Lo que pasa es que ya tengo novio.
- Ah - el sonido de mi corazón destrozado pudo oírse por sobre la canción, que explicaba que "Este es el baile de el siki sao en la discoteca todos bailan pegao".

- Disculpa.

Seguimos bailando en silencio hasta que se acabó la fiesta. Que noche tan patética.




Y, sí, tenía 10 años y ya me habían roto el corazón. 

Hoy la flaca -Una década después de aquella noche siniestra- vive en Canadá junto a su familia.

Me gustaría que regresara... Para mandarla bien al carajo.